MIS RECETAS

lunes, 23 de marzo de 2020

PAISAJE URBANO CON RÍO

Días pasados, terminé de confeccionar esta acuarela de paisaje urbano con río y que ya el año pasado con esta misma técnica hice algunos ensayos sobre  monumentos antiguos, algún paisaje, calle antigua, plazuela, flores etc.. y que me dio buen resultado.

Hoy quiero explicaros el proceso partiendo de un dibujo previo:

      

Cuando pinto del natural, suelo acotar aquella parte que me resulta más atractiva (se pueden confeccionar con cartulina negra, dos rectángulos que superpuestos seleccionan mejor lo que se desea pintar) y con un eje de simetría lo divido en cuatro partes. Partiendo de ahí voy situando cada una de las partes más destacadas midiendo las distancias a través de líneas horizontales, verticales y diagonales, utilizando un lápiz suave sin apretar, para dejar apenas huella y al borrar, no se ensucie el papel.

Al dibujar sobre una foto es más sencillo, eje de simetría, regla de los tercios aplicada sobre el motivo que se quiere destacar o si el dibujo tiene perspectivas y puntos de fuga, utilizar verticales, horizontales y diagonales comparativas.

En este dibujo sobre fotografía, he aplicado esta regla última, ya que tiene perspectivas (puente y viales) y sobre el puente en la barandilla una escuadra movible (dos reglas de plástico unidas con un tornillo y una tuerquecita  sobre el agujero para darle la perspectiva a la barandilla.



Con tinta negra Pelikán (no china, ésta no se mueve)) y una plumilla, se van retocando todas las líneas de lo dibujado y en las zonas de sombra se van realizando tramas en red, dependiendo de la intensidad de las sombras; os  presento estas tramas y sombreado sobre otro dibujo de igual técnica, por carecer del sombreado de éste. Si os fijáis bien, las tramas en red son fáciles de hacer, pero hay que esperar su secado. En este dibujo a tinta, he unido una cinta adhesiva para indicar sombras y antigüedad.


 

Seguidamente, se coloca el dibujo en horizontal, se pinta el cielo con acuarela azul ultramar o cobalto según la intensidad. Con un pulverizador con agua se dan dos o tres toques a todo para que la acuarela y la tinta se muevan; con el pincel se moja café y alcaparrosa que están juntos en un bote y se aplica a las zonas que se consideran más interesantes (yo en el dibujo los he aplicado en algunos edificios y en el puente en su margen izquierda), y con un pulverizador con lejía (con precaución y escasa cantidad), lo he aplicado para limpiar y dar más luz al suelo del puente y al río (izquierda de la barandilla) insinuando el agua con un toque de acuarela azul apenas perceptible. Como observaréis todavía quedan residuos de las tramas más intensas (farola, edificios, árboles etc.)
Es conveniente "dejar cocer" estos ingredientes un poco tiempo y si chorrea el agua con la mezcla de lejía, café, alcaparrosa y acuarela, como el trabajo va sobre húmedo; se debe recoger lo sobrante con una jeringuilla para que no haga surcos (Este trabajo lo realicé sobre un caballete metálico algo inclinado y  me chorreó algo, el líquido sobrante sobre el papel, lo recogí con la jeringuilla.
Al cielo en su parte inferior le di suavemente y en poca cantidad con el pulverizador de la lejía y lo sequé con un secador.
Es conveniente secar el trabajo muy bien con un secador o mejor aguardar a otra sesión.
Una vez seco y utilizando los colores de acuarela que aparecen en el trabajo, hay que ir construyendo y haciendo aparecer todas las partes que aparecían en el dibujo original con sus volúmenes.

Es un trabajo en acuarela diferente. Os invito a realizarlo y disfrutaréis tanto como yo.

viernes, 20 de marzo de 2020

LEYENDA "FRENTE AL TORO ESTÁ EL TESORO" XII


RUINAS EN EL AÑO 1908


S/ D.Manuel Mozas Mesa y D. Matías D. Ráez Ruiz


"Altivo se alza el castillo de Santa Catalina sobre mole rocosa, en cuya ladera, la ciudad de Jaén en los tiempos medievales, describía siguiendo las líneas de su murado recinto, la figura de un dragón o sierpe alada"

Domina la ciudad, tiene tres defensas naturales en su lado posterior, por las cortaduras de las rocas donde se levantan parte de sus murallas y torres, como en reto triunfal a los siglos transcurridos y a las generaciones humanas que por él pasaron.
Ya en  la centuria duodécima Edrisi, lo elogia como "alcazaba de las más inaccesibles y fortificadas". Ella fue segura morada de escogida hueste musulmana, defensora de la ciudad, entonces circundada por recias murallas.
Desde allí oteaban el horizonte, para dar el grito de alarma al divisar cualquier cabalgada cristiana y disponerse a rechazar los asaltos e incursiones de las tropas reconquistadoras.


Así fue el "abrehui" o viejo castillo un soberbio baluarte.


Al ocupar Jaén Fernando III en 1246, mandó edificar un suntuoso alcázar junto al antiguo castillo,  donde poder aposentarse él y sus tropas cuando volviesen de nuevo a visitarla.
Bien fuera reconstruido o ampliado, el hecho es que la antigua alcazaba musulmana se ve ampliada con nuevas torres y murallas, que en el siglo XV se las denomina castillo nuevo, cuya fábrica corresponde a la época del Jaén reconquistado.
Constituye una atalaya histórica de importancia, evocadora de luchas, de momentos de zozobra, de periodos de violencia, de fastuosa vida oriental y tras la ocupación por los cristianos, les cabe el honor de aplicarle, el lema heráldico de la capital del Santo Reino; fue desde entonces "guarda y defendimiento de los Reinos de Castilla".
No quedan, en la actualidad, sino grandiosos restos de aquella imponente fortaleza; ruinas venerables que al mismo tiempo que reflejan pretéritos fulgores de gloria, son exponente de larga vida secular, plena de agitación y henchida de turbulencia.

EL CASTILO   acuarela de Juan J.Tello

A principios del siglo XIX, estallido de patriotismo ante la invasión francesa, comienzos de la Guerra de la Independencia Española. La proximidad del enemigo galo, que había de sufrir la derrota de Bailén, primero y grave desastre tras de una continuada serie de victorias, hizo que los giennenses se aprestaran a la lucha. 
Como los invasores saqueaban las poblaciones, todos escondían los objetos de valor.

VISTA DEL CASTILLO

CAPILLA DE SANTA CATALINA


"UN TESORO OCULTO"

Cuentan que una noche, un rico hacendado, con una abultada carga a la espalda, ascendió penosamente por la senda del castillo. En una de las cuadradas y recias torres y en uno de sus lados a conveniente altura, con un pico fue quitando varios sillares, hasta lograr cabida suficiente para enterrar el pellejo, repleto de oro que hasta allí había transportado. Simuló muy bien la abertura para que no se encontrase vestigio alguno de la misma y una vez taponadas las juntas de las piedras, con un lápiz dibujó la cabeza de un toro, con objeto de tener una señal inequívoca, que le permitiera recuperar su dinero al alejarse el peligro invasor.
Pasaron los azarosos años de la Guerra de la Independencia y probablemente en la lucha murió el acaudalado propietario del rico metal escondido, llevándose a la tumba el secreto.
Los vecinos, ya renacida la tranquilidad, fueron desenterrando sus joyas y preseos, siendo halladas también otras casualmente y en recónditos parajes.
Y el pueblo, en sus sueños de grandeza, siempre perdurables como todas las bellas quimeras, se dedicó con ahinco a la busca de tesoros, aunque la fortuna no se mostró propicia, pues sudores y esfuerzos rara vez se vieron compensados con el hallazgo del aúreo metal.
Un día, sin saber su origen, brotó la frase, acogida con entusiasmo popular y que hasta hoy se conserva, aunque perdida ya su virtualidad: "FRENTE AL TORO ESTÁ EL TESORO". Era todo un 
panorama de opulencia para el que lograra descubrirlo, en aquella torre, desmoronada por su parte superior del castillo de Jaén.
Y la antigua fortaleza fue visitadísima. Ascendían por la tortuosa senda muchos esperanzados y al bajar, la desilusión ya había prendido en sus ánimos. Negaban el verismo de la frase, pues tras de agujerear, quitar los sillares y abrir boquetes en la gruesa pared de la torre, frontera a la del dibujo de la cabeza del bravo rumiante, no encontraron más que cascotes, que se iban acumulando, por la persistente labor demoledora.
Cundió el desaliento entre los buscadores y cada vez fueron menos los que subían al cerro de Santa Catalina para llegar al alcázar y proseguir en la torre las exploraciones.

  

EL HALLAZGO


En una madrugada de Abril, un humilde jornalero, que ya había trabajado varias horas en el silencio de la noche, con resultado negativo; dio por terminada su labor infructuosa, pero antes de abandonar la torre, a la que no pensaba volver más, con el pico que tenía dio un fuerte golpe a la dibujada cabeza del toro, como queriendo destruir aquel señuelo de ambición.
Y... ¡ se obró el prodigio¡  Con los escombros empezaron a caer onzas, era un surtidor de oro, pues el pico había abierto el pellejo escondido  y de él brotaban las peluconas relucientes.
La frase  resultaba exacta, sólo que la habían interpretado mal: " no era enfrente", sino en la frente (parte superior de la cabeza del astado) el lugar que contenía el valioso y dorado metal.
De aquí que, el castillo de Santa Catalina, no sólo fue asiento de valor, albergue de hidalguía, escenario de beliciosos encuentros, fiel guarda y firme defensa; sino refugio de la fortuna y sitio donde estuvo oculto el celebrado y popular tesoro.



miércoles, 18 de marzo de 2020

EL CONVENTO DE SANTO DOMINGO Y "LEYENDA DEL PEÑÓN DE URIBE"




S/ D. Manuel Mozas Mesa (Jaén legendario y tradicional).

Por una Real iniciativa fue creado el convento de Santo Domingo bajo la advocación de Santa Catalina Mártir. Juan I de Castilla donó la casa que poseía en la ciudad (antiguo palacio de los Reyes Moros), a esta orden religiosa.
La fachada principal de la iglesia es de traza renacentista igual que el claustro, en él se albergaron los profesos de la orden de predicadores que establecieron unos estudios de Filosofía y Teología, a los que el Papa Paulo III concedió, por su importancia estudios universitarios.
En sus "Anales Eclesiásticos" Ximena Jurado dice que en ellos diariamente se leen tres lecciones de artes y dos de Teología, y cobraron tal importancia que en el Capítulo General que la orden dominica celebró en Aviñón en 1561, fue señalado por Estudio General el de Jaén, al que también podían acudir los seglares que quisieran cursar las disciplinas filosóficas o teológicas, y según la Bula Pontificia los alumnos de estos estudios debían ser admitidos a los grados de Doctor, Maestro o Bachiller en las otras universidades españolas.


Siguió brillando este convento de dominicos, en posteriores centurias, como Casa de Observancia y Austeridad y como Foco de Cultura.
Decayó con las leyes Desamortizadoras del pasado siglo, pasando a ser el edificio propiedad nacional en  donde se estableció el Hospicio de Hombres.







EL PEÑÓN DE URIBE




 

Al lado de esta residencia se alzó la casa solariega de los Uribes, de limpia y noble alcurnia, como la proclama el escudo que campea en su fachada.
Junto a la puerta que le sirve de acceso, existió, hasta hace pocos años, un gran peñón, de casi un metro de altura, de forma parecida a un cubo geométrico, que se conocía con el nombre de "El Peñón de los Uribe".
Aún desaparecida esta piedra (Sofía cree que puede encontrase en el patio de una vivienda de la calle Santo Domingo), queda todavía entre el pueblo esta leyenda llena de hermosa ejemplaridad.

"Bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, se presentó un año pobre para el campo debido a la sequía; los cultivos estaban agostados y la recolección insignificante; el trabajo agrícola muy escaso.. el hambre se fue adueñando de muchos hogares.
Un jornalero, avecindado en una modesta casa de una de las calles del barrio de San Juan, llevaba más de tres meses sin algún tipo de trabajo.
Para él, el problema era angustioso: mujer, cinco hijos pequeños y un padre anciano; todos esperanzados con su jornal que después de búsquedas no encontraba. Los pequeños ahorros de que disponía la familia se habían agotado.
La miseria imperaba en aquel albergue y pensando en soluciones, el jornalero pensó en llevar a su padre al hospicio; allí tendría asegurado el sustento y él una carga menos que atender.
Y comunicó el propósito al abuelo, que emocionado prestó su conformidad; veía la penuria que motivaba la separación, pero también se le presentaba la triste soledad de aquella casa, refugio de la vejez y de la juventud desamparada.
Tras despedirse de sus nietos, el hijo cargó a sus espaldas el cuerpo decrépito del viejo, pues sus piernas hacía tiempo que le negaron el movimiento, entumecidas por los dolores.
Aunque no era muy larga la jornada, dada la poca distancia que mediaba desde su morada al establecimiento benéfico, sin embargo, el jornalero marchaba despacio y sudoroso por la carga.
Al llegar al Peñón de Uribe, depositó al anciano en él, mientras descansaba unos momentos. Entonces el viejo empezó a llorar con amargura. El hijo conmovido por aquella honda pena, le preguntó la causa, ya que hasta allí se había mostrado tan animoso.
El padre entre sollozos, le respondió:
- Dios, siempre misericordioso y justo, no consiente que nada quede sin sanción en esta vida. Han pasado más de treinta años, eras entonces muy pequeño, que hice con mi padre lo que tú estás realizando en estos momentos. También el pobre se hallaba baldado y lo llevaba a cuestas y descansé en este Peñón de Uribe, antes de ingresarlo en el hospicio - Y su voz apagada se deshizo en lágrimas.
Un escalofrío de emoción sintió el obrero, al mismo tiempo que sus ojos se anegaban de lágimas, y cargando rápido con el cuerpo del anciano, le dijo con voz entrecortada:
- Volvamos pronto a casa, padre, confiemos en Dios que no nos faltará. No quiero que en los días de mi vejez alguno de mis hijos descanse también en el Peñón de Uribe, cuando me traiga al hospicio.
El abuelo se abrazó con cariño al cuello de hijo, en señal de gratitud, por no verse ya abandonado... moriría al lado de los suyos.
El jornalero, con la alegría en el corazón y turbia la mirada por el llanto, deshacía con rapidez el camino, para llegar cuanto antas a su casa. Ahora la carga le resultaba más ligera."

Desaprecido ya el Peñón de Uribe, queda de él un recuerdo imborrable de esta lección ejemplar, que el pueblo repite siempre conmovido.


lunes, 2 de marzo de 2020

FIN DE SEMANA EN CÁDIZ (ANDALUCÍA)



Este fin de semana nos hemos desplazado a Sevilla para pasarlo con nuestra hija Sonia. Al día siguiente marchamos hasta Cádiz, única ciudad de Andalucía que todavía no había visitado y que tenía muchas ganas de conocer. "Cuando vivía mi padre, me recordaba que había hecho el servicio militar en esta ciudad durante la guerra civil, en el cuerpo de intendencia y que allí, aún siendo muy joven; había aprendido a cocinar las paellas secas de las que él siempre presumía". También  me hablaba de lo bonita que era la ciudad, él la llamaba "la tacita de plata" y le encantaban sus playas y atardeceres.




Paseamos por el paseo marítimo (al fondo la catedral que preside la bahía), con sus murallas y desembocamos en la plaza de la Constitución con sus Puertas de Tierra




Como ese fin de semana se celebraba el Carnaval, nos encontramos con numerosas comparsas que nos deleitaron con sus "murgas"




Después del largo paseo degustamos un arroz seco y unos pescado en La Pepa.



 


Después de tan opìpara comida marchamos a conocer la parte antigua de la ciudad, allí nos encontramos a mucha gente con sus disfraces cerca de la catedral, en el Ayuntamiento y en el paseo de Canalejas.









Pasamos un día inolvidable en compañía de nuestra hija, y por la noche regresamos a Sevilla.