La catedral de Jaén es un hermoso ejemplar del renacimiento, con adornos platerescos; su autor, el maestro mayor de las obras del templo Eufrasio López de Rojas y que terminó sus sucesor en el cargo Francisco de Landeras.
Sin incluir las torres, la fachada mide 32 metros de larga por 37 de alta. La forman ocho medias columnas estriadas de orden corintio, pareadas las del centro, con las tres puertas, que corresponden a las tres naves: la central, que se denomina "del Perdón", es la más alta.
Sobre las puertas, tres artísticos autorrelieves: el de la central, representa la Asunción de la Santísima Virgen, a la que está consagrado el templo mayor, y el de la nave del Evangelio, a San Miguel, con el dragón infernal a sus plantas, ambos debidos al sacerdote escultor Julián Roldán, sobrino del gran escultor Pedro Roldán.
El de la nave de la Epístola a Santa Catalina, que se le atribuye a Lucas González.
En Los intercolumnios, dos hornacinas con las estatuas de San Pedro y San Pablo, debidas al cincel de Pedro Roldán.
Termina este primer cuerpo de la fachada con una amplia cornisa o entablamiento, que sostiene a una elegante balaustrada cortada, a trechos, por grandes y enormes pedestales sobre los que descansan monumentales estatuas esculpidas por Pedro Roldán.
Representan a los cuatro evangelistas, San Mateo, San Juan, San Marcos y San Lucas.
Y a los cuatro doctores de la iglesia occidental: San Agustín, San Gregorio Magno, San Ambrosio y San Jerónimo, presididas por el rey Fernando III el Santo, conquistador de la ciudad de Jaén.
El segundo cuerpo, de inferior calidad artística, es un ático constituido por pilastras con un zócalo con sobriedad de adornos, entre los que se abren tres ventanales; termina con un zócalo sobre el que se levantan airosos remates, que continúan por las otras tres fachadas del templo.
Flanquean las fachadas y la realzan dos gallardas y monumentales torres, con una anchura de 12 metros por 63 de altura.
Este trabajo lo dedico a los visitantes que se acercan a ver este magnífico monumento y a todos los que sin guía presencian estas maravillosas estatuas a las que pongo nombre y apellido.
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