Sobre textos de D. Manuel Mozas Mesa y D. Matías Ruiz Ráez.
A la conquista de Jaén por Fernando III "El Santo" en los últimos días de febrero de 1246, al rey Alhamar de Granada. El capitán de las tropas cristianas que entraron en el castillo, hincó su espada como signo de posesión y a manera de cruz en el lugar donde hoy se levanta otra de piedra. Enterado el rey Fernando de aquella acción, la alabó y decidió que fuese construida una gran cruz de madera que sustituyera a la espada.
El cuidado de aquella cruz, lo encomendó el rey Fernando a las monjas Franciscanas Clarisas cuyo convento estuvo situado entre las calles Abades, Pilarillos, Arco de los Dolores (Puerta de San Sebastián) y Puerta Noguera.
Cuando se caía por la fuerza del viento, las monjitas la volvían a poner.
Pero en 1835 cayó y así permaneció durante varios años (no por culpa de las monjas).
El clamor del pueblo, dio lugar a que el Obispo de la diócesis transmitiera ese privilegio de sustituir la cruz a Don Juan José Balguerías, que continuó con la tradición hasta el año 1946 en que Doña Dolores Balguerías costeó la pétrea y renovada cruz que se contempla en la actualidad y a cuyo pie se esculpieron los famosos versos del poeta Antonio Almendros Aguilar en su soneto:
Óleo nocturno de la CRUZ Y EL CASTILLO desde el bulevar. (2012)
SONETO A LA CRUZ
Muere Jesús del gólgota en la cumbre
con amor perdonando al que le hería;
siente deshecho el corazón María
del dolor en la inmensa pesadumbre.
Se aleja con pavor la muchedumbre
cumplida ya la santa profecía;
tiembla la tierra; el luminar del día,
cegado a tanto horror, pierde su lumbre.
Se abren las tumbas, se desgarra el velo,
y a impulsos del amor, grande y fecundo,
parece estar la cruz, signo de duelo
cerrando, augusta con el pie en el profundo,
con la excelsa cabeza abriendo el cielo
y con los brazos abarcando el mundo.
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