MIS RECETAS

martes, 19 de mayo de 2020

LAS LLAVES DEL MILAGRO XVI

JAÉN 1912.   Jesús por el Cantón de la Ropa Vieja


S/ D. Manuel Mozas Mesa


Un azote mortífero cayó sobre Jaén en el siglo XVII: "la peste bubónica", con su cortejo de horrores y de incontables víctimas, plaga que sembró la desolación, como las famosas bíblicas de Egipto.


EL AZOTE DE LA PESTE

La terrible epidemia hacía sus estragos en los ejércitos y en las ciudades, por falta de higiene y se propagaba con extraordinaria rapidez, ofreciendo cuadros de tonos pavorosos, cuya figura central era la cruel segadora con su insaciable guadaña, y sus despojos - las vidas cortadas- yacían abandonados en las calles o campamentos, en espera de las manos misericordiosas de religiosos y frailes que, inflamados por la caridad cristiana, sin temor al contagio, daban sepultura a los cuerpos de los apestados.

Jaén experimentó sucesivas invasiones epidémicas durante la referida centuria y gracias a la labor científica del Doctor Alonso de Freylas, que no se cansaba de aconsejar medidas preventivas, remedios para el mal y profilaxis adecuada, logró vencer la apatía del Concejo - semejante a la pasiva resistencia que algunos Ayuntamientos actuales suelen oponer a trascendentales reformas -; que destinó un edificio para Hospital de Apestados, en la calle que vivía el jurado Juan Izquierdo y cuyo enclave actual es Josefa Segovia número 17.

De nuevo en 1681 hizo su aparición "la peste", más dolorosa por la multitud de atacados. Jaén veía conmovido cómo esta mala semilla oriental, El bacilus-pestis - que en 1894 habría de descubrir Yersin en Hong-Kong -, diezmaba a sus habitantes y al no disminuir la mortalidad, todo el pueblo, en aquellos momentos de angustia; tornó su mirada de esperanza, a la imagen más querida y venerada, al objetivo del cariño grande y sincero; al "Padre" todo bondad y ternura: a Nuestro Padre Jesús Nazareno, que por entonces recibía culto en el convento de San José de Carmelitas Descalzas, situado frente al Cantón de Jesús.





EL REMEDIO

Y el justamente denominado "Padre de Jaén", nuestro Padre Jesús Nazareno, salió del templo para ir a visitar a sus hijos enfermos. El pueblo lo acompañó en aquel extraordinario recorrido, hecho la tarde del 11 de Agosto del mencionado año. Procesión fervorosa y emocionada, en que la misma súplica brotaba de todos los labios, encendía de ternura los corazones y llenaba de lágrimas los ojos.
Así penetró la artística y amada escultura de Nazareno en el Hospital de Apestados. Y desde aquel instante apareció el esplendor del milagro. No se registró ninguna otra defunción y comenzó la mejoría de todos los infectados.

Para conmemorar este prodigio, en el muro de la casa moderna, levantada sobre solar del antiguo  hospital se conserva una hornacina encerrada con una reja, que contiene un cuadro con la imagen de Jesús Nazareno y la siguiente inscripción, copia de la primitiva:

   "En el año 1681, una epidemia espantosa ocurrió en esta ciudad. Y habiendo salido la sagrada imagen de Jesús Nazareno en procesión y venida a esta Casa- Hospital de Epidémicos a visitar a los enfermos a las tres de la tarde del día 11 de Agosto, se observó desde el momento tan considerable alivio, que se suspendieron las muertes y a los pocos días se declaró la población en estado de sanidad y cerradas las puertas del hospital, se depositaron las llaves en las sagradas manos de Jesús Nazareno, que aún conserva en memoria del milagro"

Estas llaves que cerraban el Hospital de Epidemias, clausurado desde entonces, constituyen la ofrenda de gratitud del pueblo, por haber atendido a su demanda colectiva. Fueron sustituidas por otras de plata, con rica y primorosa labor, que son las que hoy ostenta.
No son las llaves de la ciudad, que Nuestro Jesús Nazareno no necesita, ya que son suyos todos los corazones giennenses; tienen un simbolismo más elevado de amor y reconocimiento: "Son ... las llaves del milagro".






domingo, 17 de mayo de 2020

PASEO NOCTURNO (Aguada a tinta china)

En estos días de confinamiento he estado trabajando con la aguada a tinta china, una técnica que me enseñó en su día el gran maestro David Padilla.
El resultado ha sido este nocturno con lluvia, donde he aprovechado el blanco del papel para algunos reflejos y en otros he resguardado con líquido de enmascarar.
También he utilizado la paleta de grises en siete tonos con tinta china Rotring.
El trabajo ha quedado así: