PLAZA DEL PÓSITO
Ante la Cruz del Pósito, posible insignia de jurisdicción del viejo Jaén, tuvo lugar un hecho trágico en las postrimerias del siglo XVI, y en el que intervinieron dos factores poderosos: el vicio del juego y un amor recóndito, que despertó vengador y acabó penitente.
"El capitán Don Diego de Osorio, tras cosechar honores y triunfos en las conquistas españolas en tierra extraña, vino a Jaén para descansar.
Su gallarda presencia, noble abolengo y saneadas rentas, hizo que más de una doncella pusiera sus ojos en la figura del joven Osorio; pero éste no se dio por aludido del estrecho asedio y fijó su mirada en una dama hermosa, Doña Beatriz de Uceda, que precisamente andaba enamorada en silencio de otro caballero.
Don Íñigo de Uceda, padre de la joven, queriendo aumentar sus blasones con tan ventajoso enlace, procuró acelerar los preliminares, y Doña Beatriz apenada, temerosa y dando ejemplo de obediencia, sacrificó su verdadero cariño al entregar su mano a Don Diego de Osorio.
Su corazón sangrante y dolorido por aquel acto, no pudo entregárselo, pues le era fiel a su galán Don Lope de Haro, de limpio origen aunque de posición más modesta que el guerrero de Flandes.
Pasados los primeros años, la llamarada que encendió en el pecho de Osorio; la belleza de Doña Beatriz, se fue consumiendo, hasta que el tedio la extinguió por completo. Aquél fuego pasional, como no tuvo más combustible que el deseo, al satisfacerlo, se agotó con presteza, no quedando sino frías cenizas.
Diego de Osorio, roto ya el vínculo que parecía ligarle a su esposa, y añorando su pasado de aventuras y placeres; olvidó su alcurnia y todo respeto al entregarse a una vida de liviandad y desenfreno.
Herida en su dignidad de mujer y en su altiva condición de dama noble, lloró Doña Beatriz el desvío de Osorio; en cuanto a su amor no sufrió mengua, pues nunca se lo profesó, mantenía secreta fidelidad al caballero Don Lope, que con tristeza veía transcurrir los años, aunque mostrándose constante a su única y desventurada pasión.
Alegremente, con ese goce ficticio que produce el amor mercenario, la bebida excesiva y el juego sin descanso, Osorio consumió sus bienes y comenzó a derrochar parte del rico patrimonio de su consorte.
Una noche, reunido con varios amigos de noble aunque de perfil rufianesco, la suerte se le mostraba adversa en los dados, perdiendo todo el oro que llevaba, por lo que envió a su escudero, para que Doña Beatriz le entregara la joya que había sido su regalo de boda.
Al poco, volvió el escudero diciendo a su señor que su esposa se negaba a darle la rica alhaja y que sólo se la daría a su señor, para lo cual se dirigió a la calleja donde se hallaba la casa de juego, próxima a la plaza del Pósito, acompañada de una dueña.
El mensaje de la esposa provocó la risa de los reunidos, por lo que montando en cólera salió rápido de la tafurería y se dirigió a su encuentro.
Al llegar junto a ella, llameantes su ojos de ira, arrancó de sus manos la presea y le hundió la daga en el corazón.
Volvió a la casa de juego, con el semblante lívido y depositando la joya sobre la mesa, con mano temblorosa comenzó a agitar el cubilete, pero antes de tirar los dados en el silencio de la noche se oyó una voz fuerte que preguntaba por el asesino de Beatriz de Uceda. Un hombre lo esperaba, el mismo que le había demandado y que le recriminó con dureza. Era Don Lope de Haro que había seguido desde lejos a Doña Beatriz y viendo como le quitaban la vida.
Desenvainaron las espadas y Don Diego, enfurecido, manejó con rapidez la espada. Don Lope más sereno, paró sus golpes y atacó con fuerza, hasta atravesar el pecho de Osorio.
A las pocas noches, un hombre con esclavina y bordón, como si fuese un peregrino, rezaba fervorosamente ante la Cruz del Pósito. Era el mismo Don Lope de Haro, que rogaba por las almas de Don Diego de Osorio y Doña Beatriz de Uceda, el cual librando una lucha interior, renunciaba al mundo. La sociedad no le ofreció más que amarguras y arrepentido de ser vengador, se convertía en penitente". (Según textos de D. Manuel Mozas Mesa y D.Matías D. Ráez Ruiz ).
ACUARELA
- Otra versión cuenta que la dama estaba realmente enamorada del caballero Don Lope de Haro,
que le profesaba un amor platónico y que, enterado el jugador, asesinó a su esposa, lo que motivó que Don Lope se batiera en duelo contra Osorio, dándole muerte en la plaza del Pósito.
- La columna que sustenta la cruz, antes era circular y monolítica de orden toscano; la de ahora es renacentista de muy bella traza traída desde el palacio de Montemar (actual Ayuntamiento).
ANCIANA EN EL PÓSITO
(Obra en tintas coloreadas de mi profesor y amigo David Padilla)
- A día de hoy, el Excmo. Ayuntamiento está realizando pruebas en la plaza con el fin de delimitar
y poner en valor el refugio antiaéreo que se encuentra bajo sus cimientos.