El pasado 18 de septiembre estuve en la exposición de Alfonso Parras en el marco del museo provincial. La pintura de este pintor torrecampeño siempre me ha llamado la atención por el colorido de sus paisajes de Jaén y provincia, la luminosidad de su paleta siempre sobre cuatro colores, es decir, fabricaba sus colores ocres, morados, sienas etc.
Óleos sobre tabla de pequeño y gran formato. Como la Iruela, el otoño, la Toba, las ramblas y retratos de Marta, Anabel, campesino y su propio autorretrato muestran un gran conocimiento del paisajismo giennense al que eleva a la máxima categoría.
En sus retratos me llaman mucho la atención sus fondos, llenos de colorido y sabiamente equilibrados e integrados en el paisaje.
Ha sabido captar como muy pocos artistas la transparencia de las aguas en La Toba y el río Borosa. Sus olivos milenarios tan propios de nuestra tierra con sus troncos retorcidos y sus hojas plateadas.
A la salida de la exposición, saludé a su esposa Lita que tuvo la gentileza de contarme algunas anécdotas de la vida del artista, de su proceso creador y de su proximidad y crítica constructiva tan necesaria en la vida de todo artista.
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domingo, 21 de septiembre de 2014
martes, 9 de septiembre de 2014
REGRESO A LOS ORÍGENES.
Pasadas las vacaciones y ante un inicio de curso con todos sus ingredientes: matrículas, materiales, colas etc.. Me he permitido este fin de semana, un pequeño viaje al pueblo de mis orígenes, Torres. Allí, he recorrido esos lugares, que al paso de los años traen recuerdos, vivencias y sensaciones de lugares de paso, escenas vividas, sucesos acaecidos ..y que, al contemplarlos de nuevo .. es como si el espíritu se renovara y naciera el vigor necesario para plasmar en un lienzo esos trocitos de paisaje, esa luz, la transparencia del agua en su recorrido, ese árbol centenario que continúa allí,
el cortijo semiderruído que dando un paseo te encuentras por sorpresa; el campesino con el rostro curtido por el sol y los años que te llama por tu nombre.
Durante el paseo me han acompañado mi mujer y mi hijo y les he mostrado parte del barrio del Castillo. Allí frente al pilar se encuentra la casa de mi abuela paterna, aunque algo renovada, aún conserva algo de la estructura anterior.
La muralla del castillo y en la parte superior el reloj centenario que ha marcado la vida y horas de muchos torreños, unos dispersos a lo largo de muchos años en muchas zonas de España y del mundo, y otros, que tienen la gran suerte de vivir en uno de los lugares más bellos de la provincia de Jaén.
Y desde el mirador del Castillo, la iglesia y la plaza del ayuntamiento con su arco renovado y todo el paisaje que le circunda. Recuerdo en mi época escolar, cuando iba con un compañero a llenar el agua de la fuente de la plaza en una gran cacerola, para que D. Eduardo (nuestro maestro), preparara la leche que nos servía a la salida al recreo mañanero. Mientras, contemplaba como desde esa misma plaza, el pintor torreño Hidalgo con su caballete hacia unos esbozos de la plaza y la iglesia. Cuadro, que con el paso del tiempo, contemplé en casa de D. Pedro el veterinario.
Después subimos a Fuenmayor y degustamos los productos de la huerta del restaurante.
Entre el gorjeo de los pájaros, el frescor reinante, el rumor del agua de la fuente y una animada conversación junto a una taza de café.
!Qué más se puede pedir!
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